Frente a la hegemonía de beats digitales, autotune y letras de primaria, el rock mainstream debe volver a los callejones para inspirarse, y así conectar el pasado con el futuro (si lo hay)…

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El rock debe recuperar su papel de banda sonora de la resistencia, de antídoto necesario contra la homogenización castrante que domina las listas de éxitos. Una misión que, contra todo pronóstico, quizás ha tomado forma en la figura improbable de un chico de Doncaster llamado Yungblud.

No es el salvador del rock and roll. Ése es un título que él mismo rechazaría con una risa desafiante y una capa de rímel corrido. Dominic Harrison, el fenómeno conocido como Yungblud, es algo más interesante y, quizás, más vital: el hereje necesario. Es el puente entre el legado olvidado en el ático y el grito desesperado de una juventu que se encontró huérfana de guitarrazos y letras con algo que decir. Desde su Doncaster natal hasta coronar el O2 Arena de Londres, su trayectoria es la de un artista que comprendió que para ser punk en 2025 no basta con tres acordes; hace falta mucho más. Madrid tendrá su nueva oportunidad el 11 de octubre para ver la evolución de este artista.

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Los Inicios: Un Manifesto Nacido en el Norte

Antes de la fama global, hubo un actor infantil y un adolescente con algo que demostrar. Pero la chispa se encendió de verdad en 2017 con el lanzamiento de ‘King Charles’, un primer aldabonazo que funcionó como declaración de intenciones: un folk punk envenenado que ponía en la diana tanto a la monarquía del siglo XVII como a los demagogos modernos. No era sutil, pero el punk nunca lo fue. Su EP homónimo y el debut ’21st Century Liability’ (2018) consolidaron un sonido que mordía: una mezcla cruda de hip-hop, indie británico y el espíritu descarnado del punk de los 77. Canciones como ‘Polygraph Eyes’, una brutal narrativa sobre la cultura de la violación, dejaron claro que este no era un mero producto de la industria. La prensa especializada, siempre ávida de un nuevo protagonista, se frotó los ojos. NME lo etiquetó como “una fuerza de la naturaleza”, reconociendo en su caos una chispa de autenticidad largamente extraviada.

El Ascenso: Construyendo la Iglesia de los Inadaptados

El verdadero parteaguas llegó con el EP ‘The Underrated Youth’ en 2019. Fue aquí donde el starpower de Harrison se crystallizó. Colaboraciones estratégicas pero genuinas con pesos pesados como Travis Barker (“11 Minutes”) y Machine Gun Kelly (“I Think I’m OKAY”) le abrieron las puertas de un mercado global. Pero su verdadero logro fue intangible: la creación del “Black Hearts Club”, un estandarte bajo el cual se congregaron legiones de jóvenes marginados. No se vendía una canción, se vendía un sentido de pertenencia.

Su segundo álbum, ‘Weird!’ (2020), que debutó en el número uno, demostró que el fenómeno tenía profundidad. Era un disco más pulido, pero no menos confrontacional, que buceaba en la salud mental y la ansiedad con hooks de pop y la actitud de los Clash. La crítica notó el salto. Rolling Stone apuntó que “había creado un himno para los inadaptados, un álbum tan caótico como la vida misma”. Para su disco homónimo de 2022, ‘Yungblud’ afiló su sonido hacia un punk pop más directo, un movimiento calculado que le granjeó su segundo número uno consecutivo y el respeto de publicaciones como Kerrang!, que lo nombró “un talento generacional” que logró “lo imposible: llevar el punk a las listas sin comprometer su integridad”.

2025: La Consolidación de un Ícono

Si algo define el momento actual de Yungblud, es la ambición desmedida. ‘Idols’, su ambicioso álbum doble lanzado este año, es un proyecto que aspira a lo atemporal. Lejos de las tendencias efímeras, es un trabajo épico, un intento consciente de forjar algo clásico. El resultado: su tercer número uno en el Reino Unido. Pitchfork, no siempre amable con el mainstream, describió el proyecto como “sin límites” y un “testamento a la evolución de un músico que se ha negado a ser encasillado”.

Pero su impacto en 2025 va más allá de las grabaciones. Su festival Bludfest, con precios deliberadamente asequibles, fue un acto de desafío contra una industria de conciertos inflados, un gesto que The Guardian calificó de “revolucionario”.

Yungblud se erigió como un puente entre generaciones en el concierto despedida de Ozzy Osbourne y Black Sabbath en Villa Park. La prensa musical no escatimó en elogios, destacando su emotiva interpretación de ‘Changes’, un clásico de Black Sabbath. Sobre su versión se dijo como «un artista que puede honrar a las leyendas mientras forja su propio camino». No solo cantó, sino que, «representó la esperanza de que el espíritu salvaje y honesto del rock siga vivo en una nueva era».

La revolución yungblud regresa a madrid

El 7 de septiembre participó en un homenaje a Ozzy Osbourne durante los MTV Video Music Awards. Se unió a Steven Tyler y Joe Perry de Aerosmith y a Nuno Bettencourt para honrar a Ozzy, quien falleció el 22 de julio de 2025. Su interpretación visceral de ‘Crazy Train’ y ‘Changes’ fue una transferencia de poder, una legitimación ante los puristas. Se le vio llevando un collar que era un regalo de Ozzy y se unió al hijo de Ozzy, Jack Osbourne, en el escenario. Variety lo resumió a la perfección: “la conexión vital entre el pasado del rock y su futuro”.

Yungblud ya no es la promesa. Es la realidad. Ha evolucionado del chico descarado con calcetines rosas a un artista completo que encarna la rara paradoja del rockstar moderno: una figura de masas que mantiene un pie en los márgenes, un heredero que no solo rinde tributo al pasado, sino que está forjando activamente el futuro. No es un revival; es una revolución. Y, por ahora, tiene la batuta.
Diego Corriente
Fotografía: Moiyeah_Creative Commons_Taubertal Festival 2025


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