Cine que es el tren de los Lumiére arrollando contra los efectos digitales, traspasando tanta pantallita seudoprivada para montarnos en un viaje popular que es la mirada que se asombra, se cuestiona y disparata.
Gente como Billy Childish aún saca discos de pizarra (‘Lions Walk The Trail’) para no domar el rock. El cine mudo también puede ayudar. Esto parece pensar el director Velasco Broca, apoyado en este corto largo por un amplísimo equipo para generar locura colectiva desde el apasionamiento y el recuerdo.
Una película rodada en rincones de La Rioja, en ermitas o en las cuevas de Nalda (aquí llena de calaveras), y que ha sido calurosamente aplaudida en festivales como Sitges o Austin. Alguien se ha inventado la etiqueta «cine neo-románico» para esta cinta.
También valdría «romanticismo monstruoso»: tenemos al diablo en bolas haciendo equilibrios, extraterrestres de Jim Henson, blemias que llevan dentro a un karateka campeón mundial… Y ese otro bestiario medieval que nos queda algo más cercano de casetes, microcasetes, magnetófonos, grabadoras, y vinilos, una torre de vinilos de los sesenta y setenta más esotéricos y progresivos (misas lunares con sintetizadores y otros atrevimientos más luciferinos en la banda sonora).
¡Asusta que todos esos aparatos sigan funcionando si queremos! Al final, una película que es un trance, con el significado de devolverte a un estreno de George Méliès, de Segundo de Chomón, de Buñuel, de Melchior… Una película que dejaría complacidamente flipado a Anton LaVey. «¿Seremos capaces de recordar que la perla está oculta en el abismo y el sol permanece en la perla?»
Ezequiel
https://www.youtube.com/watch?v=YflSkvlJoNw
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