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En This Is Rock, con la colaboración del vocalista Joe Elliott y el guitarrista Phil Collen y de la mano de Malcolm Dome, echamos la vista atrás en diez postas que han servido para esculpir la historia del grupo.

Las cifras de Def Leppard son mareantes. Han vendido más de 100 millones de discos. Y, además, figuran en la exclusiva lista de 22 artistas que han alcanzado el estatus “diamante” con el ‘Pyromania’ de 1983, y a los cuatro años con ‘Hysteria’.

Supone un reto intentar condensar una trayectoria tan amplia y variada, en la que la banda ha tenido que luchar por cada cosa obtenida. Pero con la ayuda del vocalista Joe Elliott (que ha estado en los Leppard desde el primer día) y el guitarrista Phil Collen (inamovible en los últimos 37 años), echamos la vista atrás en diez postas que han servido para esculpir la historia del grupo.

‘Bludgeon Riffola’

En enero de 1979, la banda publicó un EP homónimo en su propio sello, Bludgeon Riffola, con material grabado el noviembre del año anterior. En la formación estaban Elliott, Clark, el guitarrista Pete Willis y el bajista Rick Savage. El batería original Tony Kenning acababa de salir, y Frank Noon, de The Next Band, ocupó provisionalmente su puesto. Con tres canciones grabadas, Rick Allen entró como el reemplazo definitivo de Kenning.

El EP llamó inmediatamente la atención de los fans y los medios, y mereció un decisivo artículo en Sounds, mientras que John Peel no dejaba de pinchar el disco en su programa en Radio One —Elliott se había encargado de subirse al escenario de la Universidad de Sheffield para entregarle personalmente una copia—. A resultas de todo eso, los Leppard empezaron a ser considerados una de las bandas noveles más interesantes entre las que estaban emergiendo en la escena hard rock del Reino Unido, en un momento en que las nuevas promesas abundaban por todos lados. Este movimiento que empezaba a marcar época era por supuesto la New Wave Of British Heavy Metal. Y aunque Leppard no fueran estrictamente heavy metal, se les incluyó entre los nombres más pujantes del género.

Ese mismo año acabarían fichando por Phonogram Records, dejando a sus mánagers de Sheffield, Pete Martin y Frank Stuart-Brown (que hacían llamar a su agencia MSB) para confiar sus asuntos a Peter Mensch y Cliff Burnstein, que en ese momento eran piezas del emporio Leber-Krebs en Nueva York.

Joe Elliott: Es lo más importante de todo lo que hemos hecho. No lo iguala haber vendido un millón de discos ni nada. En el momento, como tantas otras bandas jóvenes, íbamos tanteando en busca de sitios para tocar. Muchos clubes solo querían DJs, porque la caja la hacían con la barra, y no querían meterse en el embrollo de montar un concierto con una banda en vivo. Lo poco que quedaba era para punks, gente alborotadora. Entonces trabé mucha relación con los chavales de The Next Band, que habían puesto a la venta un EP que se habían sacado de la manga grabándose en directo. Eso me dio que pensar. Yo veía que era absurdo mandar una maqueta a los sellos, porque estaban inundados de cintas… recibían tantas todos los días que seguramente las usaban para atrancar las puertas. Pero si uno se presentaba con su 7 pulgadas, posiblemente eso haría que te prestaran más atención. Así que le pregunté a Frank Noon, del que me había hecho muy amigo, cómo se las habían arreglado. Él me dio el contacto de los Fairview Studios en Hull, que era donde habían grabado The Next Band. Mick Ronson había grabado bastantes cosas allí, ¡y si el sitio le había valido a él…!
Le pedí prestadas 150 libras a mi padre, todos los fondos de su libreta en el banco, para pagar la grabación. Fuimos un fin de semana, pero justo antes habíamos tenido que echar a Tony Kenning, porque no venía a los ensayos. Prefería irse al cine con su novia. Entonces Frank nos echó un cable.
Cuando salimos del estudio, nos quedaba libra y media. Pero recuerdo que nos fuimos al puente del Humber, los cinco con nuestros fish and chips, para escuchar la casete de nuestro EP. Luego tuve que pedirle prestadas 450 libras a una mujer para prensar los discos. La mujer después no aflojó para que le devolviera 600 libras. Se ganó el apelativo de “tía tacaña”, por motivos obvios. Prensamos 1.000 copias, y 100 las repartimos entre gente como Tommy Vance y John Peel en Radio One, y Geoff Barton de Sounds. Las cosas despegaron a partir de ahí. Vendimos el resto de unidades en los conciertos y en tiendas de Sheffield. Y una copia aterrizó sobre la mesa de un tipo de Mercury Records, en Chicago, y ese hombre le dio la orden a Phonogram, su compañía hermana en el Reino Unido, para que nos firmara, costara lo que costara. ¿Su nombre? Cliff Burnstein, quien luego se convertiría en nuestro mánager.
Así que el EP tuvo una importancia crucial. Puso el balón en movimiento.
Por Malcolm Dome (extracto del gran artículo que puedes leer en la revista This Is Rock)

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