Si vas a recibir a todo un miembro de la realeza rockera como es Glenn Hughes, qué mejor que Avilés Rock City y su Teatro Palacio Valdés, y que This Is Rock te lo cuente.
Si vas a recibir a todo un miembro de la realeza rockera como es Glenn Hughes, qué mejor que Avilés Rock City y su Teatro Palacio Valdés. El ex Deep Purple, acompañado en esta nueva venida a tierras asturianas por Bob Fridzema en teclados, Ash Sheehan en batería y Søren Andersen a la guitarra, certificó ser una de las grandes voces del rock con un show a la altura de su gran leyenda.
Con un aforo en el que apenas cabía un alfiler y nutrida presencia de músicos entre el público, Glenn y su banda irrumpían en el diáfano escenario del recinto avilesino. Con una puesta en escena enmarcada por un gran telón de fondo y sobre las tablas nada más que lo imprescindible. ‘Stormbringer’ fue la encargada de poner la primera piedra de una noche que se presumía antológica.
Y en honor a verdad lo fue. Con un Hughes en cuya voz parece haberse detenido en el tiempo, inmune e invulnerable al inevitable desgaste que producen los años, las giras y los excesos.
El propio vocalista atribuyó su don a las divinidades en un momento concreto del show. Sea como fuere la noche siguió con ‘Might Just Take Your Life’, que Andersen remataría en su epílogo con un pequeño solo de guitarra. El danés pasó por la villa del Adelantado dejando la sensación de ser el mejor segundo a bordo de Hughes. Capaz de aportar su toque personal a algunos de los temas sin llegar nunca a desvirtuarlos ni transformarlos en algo que no son. Todo un ejercicio de equilibrio y también de clase.
‘Sail Away’, ya con un Glenn Hughes a pleno rendimiento, mostró hasta qué punto el cuarteto se encuentra en un momento mucho más que dulce. El de Staffordshire haría aquí un pequeño alto para recordar su anterior venida a la muy rockera ciudad de Avilés, dando pie a la primera gran ovación de la noche.
Todo siguió con el que a la postre sería uno de los puntos álgidos de la velada: una ‘You Fool No One’ con un gran Fridzema en teclas y un mejor Hughes en voces, que se fundirían en una jam casi imposible donde el gozo purpleliano alcanzó cotas casi inmensurables. Destacable solo de guitarra de Sorensen aquí.
Pero si alguien se llevó una tremenda ovación a estas alturas del show fue Ash Sheehan tras un solo de batería, dividido en tres partes, que logró implicar a una audiencia del todo receptiva a un desempeño tan contundente como rítmico.
Y tras el pequeño descanso que propiciaron los diferentes solos, le llegó el turno a Hughes de poner los galones sobre la mesa, si es que a estas alturas no lo había hecho ya. Se trató, claro, de ‘Mistreated’, donde el ex Trapeze extrajo lo más alto y también lo más sensual de su amplísimo registro. Imposible y colosal demostración de pervivencia de una voz tocada por los dioses.
El Palacio Valdés vibraba con él. Avilés vibraba con él. Banda y público eran un único ente indivisible. Momento realmente mágico que quedará anclado para siempre en nuestra memoria.
Tras unos pequeños agradecimientos por parte de Hughes, le llegaría el turno a una ‘Gettin’ Tighter’ donde, si bien la banda le puso todo el empeño, en honor a la verdad ha de decirse que el enganche con el respetable no alcanzó las cotas del par de temas previos.
En ‘This Time Around’ el inglés recordaría la figura de Tommy Bolin y más tarde la de John Lord a través de una pequeña historia con el tristemente desaparecido teclista de Deep Purple. Y finalmente aprovecharía para agradecer el sold out y anunciar su intención de regresar en 2024 a una ciudad que siempre le acoge como si de su segunda casa se tratase.
‘You Keep On Moving’ cerraría el recuerdo al ‘Come Taste The Band’ de 1975, y mandaría a la banda al backstage para coger aire de cara al bis final. Glenn Hughes delegaría su inseparable bajo y la banda, ahora quinteto, encararía una ‘Highway Star’, cierto es de tempo un pelín lento, pero que enfervorizó y de qué forma a un teatro ya puesto en pie ante tan magno himno.
Con Hughes colgándose de nuevo el bajo, encararon ‘Burn’ y el público estalló en rotundo éxtasis con tan simple pero antológico estribillo. Todo eran caras sonrientes, tanto o más que la del propio vocalista de Staffordshire, al término de una velada para el recuerdo.
The Voice of Rock volvió a demostrar el porqué de su apodo y Avilés entera se regocijó de haber acogido una segunda venida de tan insigne músico como sólo saben hacerlo aquellos rincones que de verdad aman esta música. Por muchos años.
David Pérez Naves (fotografía: Sergio Blanco)
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