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Greta Van Fleet llegó con todo su ceremonial espiritual a Madrid para no defraudar a un Wizink repleto de almas

This Is Rock, This Is Metal, Especiales a la Venta

Greta Van Fleet llegó con todo su ceremonial espiritual a Madrid para no defraudar a un Wizink repleto de almas deseosas de ver a los de Michigan en un show completo.

La velada comenzando tomando posesión del escenario Hannah Wicklund & The Steppin Stones. La joven vocalista y guitarra afincada en Nashville apenas dispuso de veinticinco minutos para reafirmar su talento dentro del blues rock ante una audiencia aún escasa.

Descalza, ataviada con un vestido de llamativos colores, demostrando el poder de su voz y su habilidad al “talk box” logró caldear el aún frío ambiente. Tablas le sobran a una Hannah que lleva asaltando escenarios desde los nueve años, llegando a colaborar con artistas del calibre de Jason Isbell, Kansas, Jefferson Starship, The Outlaws, Rusted Root o conquistar los oídos de Brian Johnson en una fiesta organizada por el propio vocalista de AC/DC. Sin duda un más que meritorio bagaje con apenas 23 años.

Mientras continuaba un incesante goteo de público llegaba el momento de los británicos Black Honey y su apuesta por una versión del rock más “mainsteam”, por momentos rozando los sonidos alternativos, destellos de grunge e influencias de bandas como Elastica o Blondie en su vertiente más punk. Con Izzy B. Phillips como punto focal, voz y guitarra de la banda de Brighton, disfrutaron de 40 minutos para presentar a conciencia su nuevo disco ‘A Fistful Of Peaches’, editado el pasado mes de marzo dejando como puntos álgidos una ‘Corrine’ con una preciosa introducción a capela o ‘Run For Cover’, con un Alex Woodward desatado a la batería para finiquitar un show más que satisfactorio que a tenor de la reacción del público.

Con el público ansioso arrancaba la formación liderada por los hermanos Kiszka. Amplio espectro generacional que pone de manifiesto el gran poder de convocatoria de una banda destinada a mantener viva la llama del rock. El inicio de su actuación corrobora la ostentación visual y sonora que será protagonista en todo su show. Una extensa intro protagonizada por violines, la caída de una gran lona coronada con el anagrama de la banda, explosiones, llamaradas intermitentes, y los cuatro miembros de la formación, rojo, blanco, negro y dorado en su vestimenta, recibiendo la bienvenida de Madrid en el centro superior del escenario.

Quedarse en la influencia Zeppelin en su música es apenas rascar la superficie. Obviando una pomposa escenografía personificada en los innumerables cambios de outfit de Josh, ofrecen un show de hard rock atemporal con una clase y actitud de la que la banda va sobrada. Intercalando pasajes acústicos y algún soliloquio por parte de un Josh que no dudó en bajar al foso para repartir varias rosas blancas entre los afortunados habitantes de la primera fila.

Si bien su voz siempre nos evocará al dios dorado de Robert Plant (entre muchos otros, porque en esto también se simplifica demasiado), su puesta en escena recuerda en muchos momentos a Freddie Mercury. Vocalmente superlativo toda la noche, Josh Kiszka toma beneficio de los varios parones derivados de unos excesivos y prescindibles solos de batería y guitarra, que cortaban el ritmo de un público que viraba del embeleso al bostezo.

Salvaría de esos cambios de tercio, por lo sorprendente, la interpretación de Josh al piano de ‘Unchained Melody’, el clásico de los Righteous Brothers. La catarsis abrazaría al Wizink durante ‘Black Moon Rising’, bajo una intensa luz roja cada pincelada fuera de la interpretación casi integra de su última obra de estudio ‘Starcatcher’ era recibida con fervor. Nuevo punto gris que no fallo traumático, la elección de un setlist que obviaba buena parte de sus dos primeros álbumes.

‘Light My Love’ nos acercaba al colofón de a una gran noche, emocionante en muchos momentos, aburrida en pocos, abrumados por la montaña rusa de emociones que es la voz de Josh. Reservaron para el cierre ‘Farewell For Now’ bajo una explosión de confeti y arco iris como fondo, con la promesa de un pronto regreso, esperamos que con la misma fuerza, entrega y un distinto repertorio.
Por José Ángel Muñiz Morán – Fotografía: Sergio Blanco

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