No hay Apocalipsis que impida a This Is Metal y This Is Rock acudir a eventos significativos de verdad, como el gran concierto de una de las más grandes bandas de la península: Moonspell. Hasta el Super Bock Arena de Oporto se trasladaron nuestro redactor Z y el gran fotógrafo Sergio Blanco, para ser testigos de una velada muy especial, además de saciar su sed de energía decibélica.
No deja de ser curioso que este «año de mierda», como el propio Ribeiro lo definió desde el escenario, haya supuesto sin embargo el que recuperemos la tradición de cerrar el ejercicio con un concierto prenavideño en Oporto.
Durante la vida del Hard Club Gaia, el último sábado antes de Navidad se celebraba el cumpleaños de la sala con la presencia de cualquiera de las bandas top del rock y metal portugués. Noches muy especiales que se convertían (casi) siempre en uno de los momentos álgidos en cuanto a conciertos vívidos cada año. Cualquier show en el Hard Club era una experiencia, pero si encima le añadías el extra de los repertorios plagados de temas raros y el ambiente de celebración en bandas y público, el resultado era memorable. Lo fue también para los propios Moonspell, protagonistas de esas noches en varias ocasiones que uno todavía recuerda como alguno de los mejores conciertos que les ha visto.
La costumbre se perdió con el traslado al nuevo Hard Club y ha tenido que venir el apocalipsis para que la recuperemos, aunque haya sido involuntariamente. Qué cosas… No en el nuevo Hard Club, sino en el Palacio de Cristal (aka Super Bock Arena), no para celebrar el cumpleaños de un recinto, sino simplemente por el derecho de seguir con nuestras vidas, ésas en las que el rock y el metal son parte fundamental. Y no hay mejor protagonista para un evento así porque no hay nadie que haya hecho más para reivindicar el lugar del heavy metal en la cultura occidental que Fernando Ribeiro y Moonspell, que se han partido la cara durante años para sacar al género del gueto en el que todos, los señaladores y los señalados, parecen sentirse tan cómodos. Tampoco tuvimos un recinto abarrotado como pasaba entonces, sino las restricciones habituales en estos tiempos, pero menos es nada.
Y, ya entrando en lo estrictamente musical, lo que sí tuvimos como en aquellos años de los que hablaba fueron las rarezas, en este caso en la forma de ‘Hermitage’. No sólo con los dos temas interpretados, un ‘The Greater Good’ que abrió el show y ‘Common Prayers’, también en la sensación de que la banda está en un nivel diferente en cuanto a sonido. Ambas canciones se construyen alrededor de un diálogo muy texturizado entre guitarra y teclados que se traslada también a los directos, y no sólo en esos dos temas, también a lo largo del repertorio, con Pedro Paixao como director de orquesta, omnipresente y tremendamente sutil al mismo tiempo. Esa sutileza que se traslada a todo lo demás no quita para que disfrutásemos de las exhibiciones de Ricardo Amorím en cortes como ‘Extinct’, ‘Everything Invaded’ o el gran final con ‘Full Moon Madness’, a fin de cuentas hablamos de uno de los mejores guitarristas de la escena metálica actual.
Uno de los comentarios más repetidos tras el show se refería a un nuevo protagonismo del bajo, que creo que es imposible de separar de la incorporación de Hugo Ribeiro a la batería y su estilo más directo, menos aparatoso que el de Mike Gaspar, y que deja más huecos para que Aires Pereira luzca. El resultado global es mucho más armónico y matizado que en anteriores giras.
De todo eso se beneficiaron los 13 temas de un concierto acondicionado por las restricciones horarias. Además de los dos temas de ‘Hermitage’ hay que destacar ‘Soulsick’ y ‘Butterfly Effect’ del disco homónimo, reeditado hace unos meses, acerca del cual tuvimos una charla con Fernando en This Is Metal, y que por fortuna ha regresado a un setlist muy equilibrado a pesar de las limitaciones, y del que es difícil destacar un tema. Personalmente me quedo con el inicio con ‘The Greater Good’ y una increíble ‘Wolfshade’, pero seguro que cada asistente tendrá otras elecciones igual de válidas.
Una puesta en escena algo más sobria de lo habitual, imagino que por no desvelar demasiado de lo que tengan preparado para la nueva gira. Y un Fernando pletórico como casi siempre, con todos bien arropados por la más que habitual excelencia en temas de iluminación que se puede apreciar en las magníficas fotografías de Sergio.
Después de más de veinticinco años de una carrera tan camaleónica como la de Moonspell es difícil hablar de cambios de ciclo o nuevas eras, y menos a partir de un show como éste, más celebratorio que otra cosa, y que tuvo, en los presentes y seguro que también en la banda, un impacto más emocional que el puramente musical. Pero aún así, permite ir vislumbrando, en la sombra de la Luna como siempre, algunos de los territorios a los que nos llevarán en los próximos años. Permanezcan atentos e iremos desvelándolos juntos.
Z
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