Poobah vuelve a estar de actualidad, además de la nueva reedición de su clásico de culto ‘Let Me In’ en vinilo, el próximo ‘Burning In The Rain: A Poobah Anthology’, tenemos la versión realizada por Monster Magnet en su nuevo disco de versiones de ‘Mr. Destroyer’.
Poobah construyeron su sonido con una fusión personal entre la psicodelia de los primeros días de Cream y la pesadez de Black Sabbath. El debut del trío estadounidense originó un sonido tan fresco como intenso. Sus incendiarios espectáculos en directo les llevaron a telonear a grandes grupos como Canned Heat, Alice Cooper, ZZ Top, Foghat y muchos otros a lo largo de los años
Éste es un buen momento para extraer del archivo las reseñas de la reedición de ‘Let Me In’ y de su otro gran clásico ‘Steamroller’ aparecidas en su día en This Is ROCK.
Poobah ‘Let Me In’
Poobah fue un trío de Ohio que practicó un hard rock muy cercano a la frontera del heavy metal, con un sonido de guitarra tremendo, afilado y fiero, siguiendo en cierto modo la línea estilística de Black Sabbath, aunque con melodías menos siniestras y más psicodélicas en ciertos momentos. En cualquier caso, hablamos de rock visceral, descarnado y en ocasiones incluso angustioso. En 1972 publicaron el primero de sus discos e, indudablemente, el mejor. Ahora se reedita en formato de cd y doble LP, conteniendo respectivamente doce y diez temas adicionales.
El comienzo del disco, con la increíble ‘Mr. Destroyer’, ya es del todo apocalíptico, dejándote prácticamente sin respiración con unas guitarras atronadoras e incisivas. El resto del álbum sigue una tónica similar, con la excepción de la psicodélica ‘Enjoy What You Have’, que es como un remanso de paz entre tanta vorágine. Echando la vista hacia atrás y tomando una perspectiva real de lo que se hacía en 1972, resulta evidente que Poobah fue un grupo que practicaba un rock adelantado a su época en lo que a sonido de guitarras se refiere y, muy probablemente, precursores de lo que mucho tiempo después se conocería como stoner rock. Era difícil encontrar un respiro entre los redobles vertiginosos de la batería de Glenn Wiseman, las líneas pesadas y profundas del bajo de Phil Jones y los riffs incendiarios de la guitarra de Jim Gustafson. Este power trío alcanzó la excelencia musical en su primer intento y no volvería a superar el listón nunca más.
Ahora, de la mano de Tony Reed, nos llega esta reedición en la que podemos disfrutar de hasta doce temas extra, en muchos de los cuales ya no aparece Glenn Wiseman, sino que en su lugar tenemos a Nick Gligor en dos de ellos y a Steve Schwelling en otros cinco. Entre ese material adicional tenemos la versión en directo del mayor éxito de la banda, ‘Mr. Destroyer’, y la versión reducida de ‘Bowleen’. Ninguno de los cortes desentona con el disco original, si bien la calidad de sonido de estos nuevos temas es algo inferior, pero esto no empaña para nada el resultado final, que sólo se puede calificar de excelente. Sin duda estamos ante una reedición acertadísima y de gran interés y valor. Un momento de prodigiosa lucidez musical, de rabia e intensidad infinitas, pero también de elevada creatividad y profundo vanguardismo.
Fran García
Poobah ‘Steamroller’
Leyendas del hard rock americano, Poobah son otra de esas existencias fermentadas al calor de la reliquia que solo algunos conocen, aman y reivindican. Liderados en todo momento por la histriónica guitarra de Jim Gustafson, la atómica pegada del grupo merece división propia en las enciclopedias del rugido metálico universal.
Nativos de Ohio, emprendieron recorrido a principios de los setenta con un álbum debut que fornicaba con las inflexiones del heavy blues ácido de aquellos años: ‘Let Me In’, envenenados meteoritos de guitarra como munición depredadora de un hombre bala aquejado de licantropía. Desde ese primer momento quedó claro que el proyecto Poobah sobretodo, era Gustafson, y que sus acordes blindados disparaban grasientas frustraciones adolescentes que gemían y gritaban al mundo, rock & roll duro y sodomítico, aleación de adrenalina y volumen implacable. Algo que su siguiente obra ‘US Rock’ no hacía sino confirmar, nutrido el disco de una ferocidad aún más heavy y reconvertido el trío a cuarteto (dos guitarras ahora arremetiendo contra los tímpanos), pero con un atisbo compositivo que superaba en eficacia lo anteriormente ofrecido. Canciones más directas y melódicas igualmente desbocadas y con genética turbonuclear, cruce entre Ted Nugent, Derringer y Cactus. Una potencia animal de primera categoría.
Cuando se menciona a Poobah se habla de su primer LP, nunca se hace referencia a ‘US Rock’, existe un profundo desconocimiento hacia este álbum, dentro incluso de los ambientes especializados, algo que no desentona realmente con los prejuicios vitales que arrastran algunos de los más eruditos descalificadores de la especie metálica. Pero con ‘Steamroller’, ya en 1979 y de nuevo reducidos a trío, Poobah se superan a sí mismos y graban el mejor de sus discos de los setenta. Y con diferencia, una suerte de pirotecnia psicoenérgica que la guitarra demente de Jim convierte por momentos en infierno y apocalipsis sónico. Los solos de este menda te desgarran la columna vertebral, rock duro, durísimo, totalmente americano, plagado de riffs demoledores y baterías neuróticas, voces infecciosas e hiper velocidad de overdrive y Marshall de 100w. Temas como ‘She’s Kind Of Lover’ o ‘You Don’t Love Me’ se convierten en una catapulta de sonido homicida gracias a la cual, las cuerdas destripanervios del bueno de Jim te laceran el cerebro mientras el tipo grita, aúlla y convierte a los primeros Grand Funk en hermanos de sangre eléctrica. Una catarsis de decibelios por la que todos los grupos de hoy que copian a los grandes gigantes de los setenta matarían.
Es curioso, una vez más, comprobar cómo un grupo de semejantes características nunca va más allá del puro reconocimiento local, mientras otras formaciones de menor cualidad y talento alcanzan status casi sin proponérselo. Pese a todo, el monstruoso trío se hace grande en su discurso, e hiperboliza la lectura del vocablo rock con una disposición visceral que asusta, siendo constante en sus premisas la trasgresión de los sentidos, aunque si se atiende, nunca puedan ser catalogados como ácidos ni progresivos. Probablemente la culpable sea la guitarra, que detona con técnica esquizoide de pentatónica mutante y se masturba más cercana a Detroit que a Pennsylvania. James Williamson, Wayne Kramer, Ron Asheton o el propio abuelo Ted (que no se entere, ¿vale?) lloran y se lamentan domesticados y complacientes al lado de los orgasmos guitarreros de este tipo. El único punto débil del engendro (es un decir, claro) es una flácida versión del ‘Rock & Roll’ zeppeliano que, sin ser triste, palidece como una bajada de tensión tras empacho de THC.
Obviamente el disco es vinilo en edición privada de la época que de nuevo gracias a Monster se recupera con la típica aportación de librillo, letras, entrevista al psicópata Gustafson, un tema nunca editado que data de la misma época, 1979, y cuatro canciones más registradas en directo, lecturas del álbum, con el grupo a tope de electro-saturación alucinada. Radiactivo, así que lleva cuidado. Avisado estás.
El Ojo De Agamoto
Comentarios Cerrados.