Phil Collins en uno de sus mayores éxitos confiesa que el baile no es precisamente su fuerte. Pero él, Tony Banks y Mike Rutherford supieron bailar a base de éxitos los 90

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Dejando al margen las batallas de bar sobre si eres sólo Peter Gabriel, si lo tuyo es su época posterior con Hackett y la voz de Collins, o cuando se quedaron en trío y nos asombraron con ‘Duke’ o ‘Abacab, gira que pasó por nuestro país y dejó históricos conciertos. No hay era o periodo de Genesis que no sea disfrutable y en la que la banda no haya marcado la diferencia, innovado y además tenido éxito. Pocos grupos han sabido recorrer el viaje del tiempo con la cabeza tan alta.

Genesis en las páginas de la revista This Is ROCK

Este mes la revista This Is Rock publica un exclusivo extracto del libro “Genesis: 1975 to 2025 – The Phil Collins Years”. La edición definitiva sobre la era Collins. Mario Giammetti actualiza su obra con entrevistas inéditas, dos nuevos capítulos y un recorrido exhaustivo desde ‘A Trick of the Tail’ hasta la gira final ‘The Last Domino?’. Un tributo minucioso a cinco décadas de evolución musical e impacto global.

Mario Giammetti, veterano del periodismo musical, es el mayor especialista en Genesis del panorama europeo. En 1991 fundó Dusk (www.dusk.it), la única revista impresa del mundo dedicada al universo Genesis. Ha escrito 15 libros con la banda. A la venta en Amazon España y en burningshed.com

Lo habitual es que los artistas alcancen su cenit comercial al inicio de sus carreras, para luego vivir de la inercia, pero Genesis es una de las pocas bandas que siguió la trayectoria inversa. Su momento de mayor éxito llegó décadas después. Tras comenzar escribiendo el manual del rock progresivo, con los años derivaron hacia un pop rock más accesible que disparó sus ventas.

Genesis: entre el art rock y el éxito masivo

En noviembre de 1991, lanzaron ‘We Can’t Dance’, seguido en 1992 por una gira monumental que llenó estadios en EE.UU. y Europa. El álbum se convirtió en el quinto número 1 consecutivo de la banda en el Reino Unido y alcanzó el cuarto puesto en Estados Unidos. Entre 1991 y 1993, seis temas del disco se publicaron como sencillos, entre ellos ‘No Son of Mine’ y ‘I Can’t Dance’.

El éxito del disco se debió, en gran parte, a su segundo sencillo icónico: la irónica ‘I Can’t Dance’. La compusieron en una sola sesión, casi como un ejercicio de improvisación. Collins recordaba: «Todo el proceso, de principio a fin, nos llevó un tiempo ridículamente breve». Cuando Tony Banks sumó teclados y efectos sintetizados al riff bluesero de Mike Rutherford, supieron que tenían entre manos una canción sencilla, pero demoledora.

Para quienes asociaban a Genesis únicamente con complejos conceptos prog, tanto el tema como su videoclip resultaron escandalosamente desenfadados. Una parodia de los anuncios televisivos de vaqueros, con Collins encarnando a un tipo patoso que ni baila ni convence, limitándose a deambular sin rumbo. Aquellos paseos cómicos se convirtieron en un meme espontáneo en las discotecas, pero, además, fueron un claro guiño al estilo de Madness.

La legendaria banda británica Genesis se formó en 1967, convirtiéndose en uno de los grupos más influyentes de la historia del rock. Su trayectoria se divide en dos épocas bien diferenciadas: la etapa visionaria con Peter Gabriel al frente, y posteriormente, la era dominada por el carisma de Phil Collins. Una segunda fase que, a su vez, podría subdividirse en otros periodos creativos.

‘We Can’t Dance’ marca el último álbum de Genesis grabado con Phil Collins. Un disco magnífico: ligero sin ser trivial, accesible pero nada pretencioso, y sorprendentemente variado. Con esta obra, Genesis demostró que el art rock seguía vivo y con cosas que decir. El álbum incluye dos piezas extensas y bellísimas —’Driving The Last Spike’ y ‘Dreaming While You Sleep’—, dos baladas que esquivan con elegancia lo tedioso (‘Hold On My Heart’ y ‘Since I Lost You’), una reflexión melancólica con el eterno interrogante de ‘Tell Me Why’, y tres hits demoledores: ‘No Son Of Mine’, ‘Jesus He Knows Me’ y el icónico ‘I Can’t Dance’.

Es uno de esos discos que uno no quiere que termine. Una obra para los últimos románticos de una era dorada ya extinta, donde cada nota rezuma oficio y sensibilidad. La producción es impecable -cálida como un atardecer otoñal- y las ilustraciones del álbum te transportan como si hojeases aquel libro favorito de la infancia. Todo aquí respira serenidad y elegancia. Hasta la voz característicamente aguda de Phil Collins adopta aquí un tono más pausado, más sabio.

Este es el trabajo de maestros en la cúspide de su madurez creativa. Tres décadas después, ‘We Can’t Dance’ sigue escuchándose con esa nostalgia romántica, teñida de una melancolía sutil pero persistente. Como el último suspiro de un gigante antes del ocaso.

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