Su figura sobre el escenario era un imán intimidante, materia legendaria, pero su historia nos recuerda que la sombra que vemos tras algunas estrellas del rock no es ningún paracaídas. Y esa sombra que termina de aplastarlos ya en el suelo no puede acabar siendo olvido.
La O de su nombre pudo ser un cero que anunciara disgustos. O el círculo que simbolizaba el planeta autónomo que era ella, girando al ritmo que no marcaban otros. Pasados los años, podríamos hablar más objetivamente de una especie de S.O.S. Un llamamiento con su alcance, unas siglas cuyo significado no está claro: “Save Our Ship”, “Save Our Souls”, o “Si Opus Sit” (como “Si Es Necesario”).
En inglés, el W.O.W. de sus iniciales es el “guau” de la exclamación, del escándalo. En el caso de Williams, tras lo que le pasó y los años transcurridos, la O en medio se ha revelado como el agujero (cero y planeta) de una mujer que partió en una misión de salvamento, de sí misma, de los demás y de la música. Y que acabó sumida en el riesgo de la aventura.
Su muerte un 6 de abril se roza con el 5, una fecha que ya tiene algo de 27, con Cobain, Staley y otras figuras más oscuras como Cynthia Dall pasando a otro estado ese día. La historia de Williams fue un intento genuino de remover las cosas para que no parezcan muertas. Habrá que ver qué traen hoy sus redes de salvamento.
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