Hace pocos días, la plataforma Netflix ha estrenado un potente documental sobre la banda aragonesa Héroes del Silencio. El producto hace un recorrido por su andadura en la música, desde los inicios hasta su disolución, con unos últimos minutos dedicados, a modo de epílogo, al último concierto que realizaron en 2007, tras 10 años de ausencia.
Aunque no todas las críticas han sido favorables al documental, lo cierto es que, tras su visionado, resulta un trabajo honesto y basado en una historia real, que pasa de puntillas por los aspectos más morbosos, explicando el relato de un grupo que triunfó, y mucho, y que tuvo una vida limitada, por lo que muchos se preguntan qué hubiese ocurrido si se hubiese prorrogado su existencia (aspecto que se trata también en el programa).
Con la ayuda de los protagonistas, entrevistados por separado, vemos no solo su trayectoria, desde sus primeros contactos y sus “looks” tempranos (su indumentaria no siempre fue roquera) hasta su disolución, sino también sus obsesiones por no ser encasillados (algunos los consideraban un producto para quinceañeras, principalmente por la apariencia de Bunbury) y su lucha por la identidad propia (interesante es la batalla en sus principios porque no les pusieran bailarinas en sus actuaciones).
La música de Héroes ha llegado a una gran parte de una generación de españoles. Su intensidad, su sentido y contenido ha provocado muchas emociones en sus oyentes: para algunos despertaba sentimientos melancólicos, a otros les evocaba grandeza y arrojo, otros tantos se centraban en compartir la crítica a una sociedad que, en ocasiones, pintaban como vacía y superficial… Desde luego nunca ha sido un tipo de música que nos acompañe sin más y que sea apta como música de fondo para todo tipo de actividades. Más bien, es un rock con cuerpo que requiere saborearse en momentos determinados y partiendo de un estado de ánimo adecuado. Aunque sus más acérrimos fans pensarán que el mejor momento para escuchar a la banda es, simplemente, siempre.
Pero también hay que indicar que sufrió una evolución, y dicha evolución estuvo marcada por una serie de acontecimientos y un crecimiento de sus componentes. De unos inicios de lucha porque los productores no los convirtieran en un producto comercial puro (y porque el público no creyese que lo eran) a una fase más experimental que no todos los componentes compartían de igual forma, pasando por sus iniciativas de conquistar el mercado europeo cuando apenas se habían afianzado en el territorio español, combinando pequeñas salas suizas con conciertos multitudinarios en Alemania.
Entre medio, muchas horas de furgoneta, muchos diálogos, mucho éxito sobrevenido para una banda que, aun teniendo fe en sí mismos, no podía imaginar lo que su música iba a alcanzar. Y, por supuesto, una aceptación tácita de que no siempre eres profeta en tu tierra, más allá de lo que tus fans y tus ventas muestran. También anécdotas divertidas y otras tristes; y por supuesto, la arrolladora personalidad de Bumbury, aunque la visión está equilibrada con la opinión de todos los miembros, lo que nos ayuda a entender cómo crecieron y cómo se disolvieron.
No es esta la primera incursión de Netflix en el mundo del documental sobre rock, ni será la última, pero tal vez sea una de las que plasman mejor una época que muchos vivimos y sobre cómo esta banda de Zaragoza encontró su lugar en el panorama musical, que en sus inicios todavía respiraba el ambiente de la Movida Madrileña, pero que quería crear un espacio propio para su estilo de música. Sabemos bien hoy que lo consiguió y que, pese a su corta andadura, marcó un hito entre finales de los 80 y la primera mitad de los 90. El cómo y los porqués los podemos descubrir en “Héroes: Silencio y rock & roll” y formarnos nuestra propia opinión. Y, mientras lo vemos, recuperar algunos momentos de nuestra vida; eso sí, entendiendo la “trastienda”, lo que subyacía tras aquellas creaciones y las giras en las que su sonido era más real y auténtico. Héroes en estado puro.
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