Oviedo fue sentenciada a Siberia con Grima y Ultar, el black metal ruso conquistó a un público que deseaba disfrutar del sonido
Oviedo fue sentenciada a Siberia con Grima y Ultar, el black metal ruso conquistó a un público que deseaba disfrutar de su demoledor viaje pagano a la Gong Galaxy Club, Oviedo.
El ritual comenzó con Ultar con su sobria puesta en escena perfecta para adentrarse en la inquietante oscuridad del mundo de las tinieblas. Un banda que tiene en el escritor de terror y visionario del siglo XX, Howard Phillips Lovecraft una referencia espiritual a la hora de crear álbumes como ‘At the Gates of Dusk’. Como marca de la casa, Ultar son témpanos que pasean marcialmente los mástiles de sus guitarras sobre nuestras cabezas.
Hace poco comentaba Denis sobre el nuevo álbum: «El nuevo álbum es definitivamente mucho más oscuro y pesado, y creo que hemos conseguido integrar bien estos nuevos sentimientos en nuestra música. En cierto modo es experimental para nosotros: intentamos poner en práctica muchas ideas nuevas, fue divertido y genial. El álbum tiene una atmósfera inquietante y etérea, con algunos momentos luminosos, etéreos e incluso psicodélicos».
Su black metal es afilado por culpa de eso acentos melódicos que llenan de frialdad la sala Gong. Aunque no es hasta ‘Antiques’ que abren un camino entre el blackgaze y el post rock que anida en su interior. Es cierto que vimos poco movimiento en las primeras filas, pero en este tipo de bandas no se trata de dar saltos, si no de alcanzar una comunión mental sonora, de empaparte de la propuesta gélida hasta los huesos, y de disfrutar de ello como de una sesión de sadomaso, de recrearte en tu soledad. Si quieres alegría y brincos para eso está cualquier grupo pagano verbena festivalera. La intesidad y dramatismo se esfumaron pronto con su corto set de treinta minutos.
Grima son el mismo animal dispuesto a partirte la cara en un callejón, pero con otra piel más curtida, y que tiene en su puesta de escena un elemento extra para quien busca del elemento visual. El par de espectros que dominan cada lado del escenario. Las calaveras que vigilan junto a la batería. Y, por supuesto, sus máscaras de madera y ese entorno propio de un bosque crepuscular. Parte indisoluble ya de la propuesta del cuarteto. Cuarteto, sí, pues la banda aparece sobre las tablas esta vez sin bajista.
Dadas las circunstancias en que se produjo el bolo, habían de hecho aplazado la parada vallisoletana por problemas de salud, no seré yo quien se lo reproche. Ni mucho menos cuando introducen ‘Winter Morning Tower’ y parecemos ver una versión tan buena o mejor que la de su anterior visita allá por enero de 2023.
El show de Grima tiene un fortísimo influjo teatral. Las ramas que asoman de los brazos del vocalista Vilhelm, su propia quietud en escena y esa mirada perdida y sin pestañear. En ‘Siberian Sorrow’ volvieron a pasear sus guitarras sobre nosotros. Como digo, distinta piel, parecidos tics escénicos. Pero si hay un punto donde divergen unos y otros, es la mayor frialdad que emana de Grima en contraposición a su banda hermana.
Dentro de un show que vino a desarrollarse con un gran sonido, fue ‘Devotion to Lord’ la que vino a desentonar con varios acoples que pusieron a prueba nuestros tímpanos. Fue uno de los escasísimos borrones de su descarga. Porque para cuando Vilhelm se va al backstage y regresa Flying V-300 en mano, ‘Moonspell and Grief’ destapa la mejor cara de Grima. Esa que amalgama por igual de clasicismo y negrura que nos encamina al agujero negro de un set que colmaría todas mis expectativas.
Disfruté como en mis mejores sueños S&M con ‘Cedar And Owls’ y ese poso casi marcial que marcaba Vlad Yungman tras los parches. Gran mérito el de éste, teniendo que cargar con dos sets no poco exigentes. Negoció pocos esfuerzos y supo administrarse cara a afrontar una recta final en la que apenas se permitió descanso.
A quien sí vi algo más cansado en este tramo final fue a Vilhelm. Su registro, a ratos más osco de lo habitual, se quebraba en determinados momentos. El doble envite con Ultar no es, desde luego, empresa fácil para nadie, y menos en el universo del black metal. Pero supo salir adelante con la profesionalidad que se le exigía.
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El broche fue una gran ‘Giant’s Eternal Sleep’, favorita del abajo firmante y verdadero punto álgido del set si me preguntan. Un set que cerraría con mano firme ‘Rotten Garden’ para una hora de genuino black metal siberiano. Para una celebración de la naturaleza y las energía paganas ancestrales.
El triungo del black metal fue total con un casi “todo vendido”, con un concierto donde supieron hacerse grandes frente a los inconvenientes, continuando con su particular progresión ascendente. No se los pierdan. Si te cruzas en un camino oscuro con ellos en la noche, acude a su fiesta. Con Ultar además de llevarás una nueva colección de mitos de Cthulhu.
David Pérez Naves
Fotografía: Sergio Blanco
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