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El Resurrection Fest en Viveiro es una cita importante en el calendario de festivales nacional, en un verano donde tras un apabullante Rock Imperium preparamos las maletas para el Leyendas del Rock.

This Is Rock, This Is Metal, Especiales a la Venta

El Resurrection Fest en Viveiro es una cita importante en el calendario de festivales nacional, y allí tuvimos a Igraine Nai y Bloody Bunny dispuestos a recoger con detalle el evento para thisisrock.es

Resu Bloody Resu

Parecía que no iba a llegar nunca el día en que pudiéramos disfrutar de nuevo de grandes festivales. Encontrarnos en medio de miles de personas, caras conocidas de años anteriores, gente nueva que se anima a acudir por primera vez y mucha, pero que mucha fiesta fueron los lazos de unión entre aquellos recuerdos un pelín lejanos de los festivales del 2019 y los de hace apenas unos días.

Sabiendo que no necesitamos poner excusas para saltar a la primera de cambio, hacer headbanging o brindar con el grupo de personas que está a nuestro lado, la llegada del Resurrection Fest fue como un regalo.

Los cambios y más cambios sufridos en el line up primigenio, más que comprensibles si tenemos en cuenta que la mayoría de acuerdos se cerraron hace 3 años, no fueron objeción alguna ante la asistencia masiva de público. Sí, nos hubiera encantado ver a System Of A Down o Avenged Sevenfold, pero cuando tienes en el escenario a Judas Priest, pues parece que el resto no importa.

No se achicaron Judas Priest a la hora de disparar sin piedad alguna clásico tras clásico. Es verdad que los más veteranos echan de menos ver sobre el escenario a KK Downing y Glenn Tipton, y eso que este último tuvo su momento de protagonismo compartiendo solo mediante las pantallas de vídeo con Richie Faulkner. Y al margen de que sea el tipo más parado del universo, nadie puede decir ni media palabra negativa sobre Andy Sneap.

Los duelos de guitarras protagonizaron la mayor parte del espectáculo, aunque fue Halford, con sus casi 71 años, quien robó todas las atenciones. Al verlo parece que se vaya a desmontar en cualquier momento, pero dale unos minutos para que empiece a cantar y entonces el que se desmonta es tu tímpano. Menudos agudos se sigue gastando el Metal God. A veces, el uso de reverb no estaba justificado y hacía que el final de las frases resultara excesivo, pero eso son nimiedades.

Scott Travis, 10 años más joven que Halford, parece un chaval de 30 gastando pegada detrás de su batería! Un espectáculo digno de presenciar, aunque para llegar a este punto, antes habíamos gozado con la intervención de la banda brasileira más popular del planeta.

Sepultura pisaban el Resu con una baja importante. Andreas Kisser viajó días antes a su casa abandonando la gira, debido a la enfermedad de su mujer. Sustituyéndolo, otro guitarrista brasileño, Jean Patton. Despejó enseguida las dudas Patton sobre sus intenciones a la derecha del escenario.

Fue un concierto atípico para quienes han podido ver a Sepultura de manera asidua, pues Kisser ha ido introduciendo con los años variaciones en los riffs y en los solos, algo habitual en los músicos de largo recorrido, pero Patton tocó todos los temas tal y como se grabaron en su momento en los discos, sin mover ni una nota de su sitio.

La otra incógnita era el estado de la pierna de Eloy Casagrande. En abril, durante un concierto, se fracturó la pierna derecha, y hace apenas unos días volvió a subir al escenario con su banda. En aquellos momentos, sustituyó magistralmente el bombo de esa pierna, y eso es lo que pensábamos que iba a hacer en Viveiro. Casagrande demostró estar hecho de otra pasta y fulminó, literalmente, todas las dudas. Es sin ninguna duda el batería con mayor pegada que ha pasado por el festival.

Y una vez más, Derrick Green demostró ser un gran frontman. A estas alturas de la película, el vocalista de Sepultura es un tótem en la banda. Su carisma se lleva de calle al público, y su forma de interpretar tanto los temas nuevo de ‘Quadra’ como los clásicos, levantan del suelo a cualquiera.

Y aunque eso no fue exactamente lo que pasó con Opeth, es imposible decir que los suecos dan malos conciertos. De primeras, su apuesta cada vez más psicodélica progresiva parecía que no terminaba de encajar en el line up del día. De los circle pits habituales pasamos a un público que los observaba con los ojos como platos.

La calidad endiablada de Opeth absorbe la atención de cualquiera, seas fan o no. La frase de Akerfeldt “Me encanta decir tonterías, pero no tenemos tiempo” ya lo decía todo. Canciones extensas, repartidas cada vez más en favor de sus últimos cuatro discos, hipnotizaron a los presentes en el escenario principal. Hubo guiños al pasado y guturales, por supuesto, pero la época Candlelight no fue la que más representada estuvo. Muy buen concierto, incomprendido, pero muy bueno.

La parte más agresiva del día llegó también desde Suecia. Janne Jaloma, batería de los black metaleros Dark Funeral, fue soberbio en su actuación, como el resto de la banda, pero el volumen de sus bombos hacía complicado distinguir el juego de guitarras y, en ocasiones, las línes de voz. El último disco de Dark Funeral es una maravilla blasfema y su directo es aún más crudo, algo que recuerdo haber dicho ya en 2015 cuando los suecos tocaron pro primera vez en Viveiro.

El único “pero” de su concierto fue coincidir con el de Me And That Man, así que repartimos nuestro tiempo entre unos y otros, para terminar visitando el Dark Blues de Nergal y compañía. Visiblemente emocionado por el recibimiento de aplausos y coros, Adam Darski no dejaba de agradecer una y otra vez el calor que llegaba desde el público.

Concierto curioso, con una banda vestida cual Amish rebeldes saltando de un lado a otro, transportándonos a la América oscura y desconocida. El grupo, bien fusionado y sonando muy coherente, se veía en muchos momentos eclipsado por la presencia del propio Nergal, ya que uno no está acostumbrado a ver al polaco tan feliz. Pero eso también era, en gran medida, uno de los alicientes del concierto.
Igraine Nai & Bloody Bunny

Savia Vertida Al Foso De La Conciencia

Habiendo tenido ya una primera toma de contacto que nos supo a gloria, avanzar hacia la segunda jornada del festival fue un paseo por las nubes.

This Is Rock, This Is Metal, Especiales a la Venta

Las expectativas del segundo día eran dispares. Los fans de Sabaton o Rise Against asumían que el viernes sería el día grande del festival, mientras que los nostálgicos del nu metal de los 90 esperaban ansiosos al domingo.

Lamentablemente, esa ansia se esfumó cuando Korn anunciaron su cancelación. No obstante, aún teníamos un par de días por delante para continuar con la fiesta. Fueron precisamente Rise Against los que se llevaron el premio a mayor participación de público en esta jornada. Esa mezcla de punk rock, que por veces deja ver a unos primeros Offspring, pero con un aliciente hardcore de fondo, puso a botar y bailar hasta a los más parados.

Su propuesta está ideada para tocar en directo, eso es innegable, y aunque tampoco son la banda más virtuosa del planeta, nadie se lo exige. Durante toda la tarde el run run sería el estado de la voz de Tim McIlrath, pues parece que en algunos temas tiene ciertos problemas para seguir las aceleradas voces del disco. Si ocurrió eso en algún momento, no llegué a percibirlo. El concierto fue un despliegue de energía de principio a fin, más de una hora que pareció un suspiro encadenando canciones.

Sabaton estuvieron a la zaga, pero no a todo el mundo le entra bien esa propuesta de metal histórico de puño en alto, e hizo que durante los primeros temas, por más beligerancia que intentaran representar en el escenario principal, tanque incluido, mucha gente desfilara a la zona de restauración. Y quienes sí tenían verdaderas razones para hablar de la guerra, fueron los ucranianos Jinjer.

Es una barbaridad lo que ha crecido este grupo en los últimos años. Alguien se preguntaba si, de no tener su origen en un país en guerra, tendrían tantísima popularidad. La verdad es que verlos salir al escenario con su logo enorme detrás con los colores de su bandera, y empezar a tocar, despeja todas las dudas.

Son una máquina perfecta, ni falta ni sobra nada. Su terreno es el progresivo intenso, música compleja y oscura con un gran protagonismo del bajo de Eugene Abdiukhanov, virtuoso donde los haya. Y ahí, como pez en el agua, es donde brilla con luz propia la voz de Tatiana Shmaylyuk, voraz y agresiva casi todo el tiempo, combinada magistralmente con partes limpias enfatizando las frases acertadamente y sin irse jamás del tono correcto.

Moviendo al público a su antojo, demostró ser una de las frontwoman más solventes de la actualidad. Y como no podía ser de otra forma, el telón de fondo de su discurso antibélico se cosía con el hilo del “Fuck Putin” que repitió en diferentes ocasiones.

Agradecieron el apoyo recibido hacia ellos y su pueblo en 60 minutos que supieron a poco, pero que fueron tan intensos que contagiaron a todo aquel que se encontrase a tres kilómetros a la redonda.

Ayudó, y mucho, que un rato antes Caliban hubieran pisado aquel mismo escenario. No tardaron tres canciones en mover un curioso cirlce pit y enfrentar al primer wall of death del día. Práctica, por otro lado, que parece que se va perdiendo año tras año.

Los alemanes se gastaron hasta una versión de Rammstein, e hicieron de ‘Sonne’ un tema aún más heavy y oscuro si cabe. Hubo corte de sonido en la última canción, lo que parece se debió un cable en mal estado. Nadie quedó descontento, pese al detalle.

Incorporados a última hora llegaron Ill Niño. Para quienes no conozcan, estos fueron uno de los bastiones del numetal en los últimos 90 y primeros 2000, y ahora 20 años después, aportan poco más que nostalgia. Y como la propuesta alternativa eran los dramáticos El Altar del Holocausto, decidimos acercarnos al Desert Stage.

Llevan mucho tiempo pateando los escenarios del país con su propuesta de post rock instrumental y su oferta visual cautivadora. Canciones instrumentales, muy bien hiladas, sin decir ni una sola palabra más allá de alguna voz en off, demostrando que para conectar con el público no necesitas dar la charla, sino un buen concierto.

Lo mismo que hicieron los franceses Celeste en el mismo escenario unas horas más tarde. Su black metal con aires sludge se fue extendiendo como un manto oscuro, igual que el humo que emanaba desde arriba, sobre quienes nos mantuvimos absortos durante el concierto.
Igraine Nai & Bloody Bunny

De Ballenas, Ritos y 8 bits

Llegado el tercer día, las cosas se ponían aún más complicadas para elegir ruta de escenarios. Como si hasta entonces hubiera sido fácil! Ya con la tranquilidad de quien se pasea por el recinto como si siempre hubiera estado allí, empezamos a echar mucho de menos la zona de mercadillo.

No porque tuviéramos tiempo libre entre conciertos, que no es el caso, pero eso de ir a remover entre discos y encontrar alguno que no sabías que necesitabas hasta verlo, es impagable. Tanto como los conciertos que Gojira y Mastodon se marcaron el sábado.

De los franceses sabemos que no fallan nunca, y aún así, cada vez que los vemos, parecen mejores que la anterior. Un juego de luces impresionante, las pantallas proyectando sus vídeos, las ballenas voladoras, las escenas en blanco y negro un tanto perturbadoras de las que tanto gusta Mario Duplantier en su arte, y el tonelaje de su sonido cayendo sobre nosotros. Fueron el recambio en el cartel de Avenged Sevenfold y no creo que nadie, tras los 90 minutos de concierto, se acordase de los Californianos.

Bombas de humo, serpentinas y hasta un confeti saboteado por las ráfagas de viento momentáneas, acompañaron al espectáculo. No usaron tanta parafernalia Mastodon. Ni tantas luces, pues en ocasiones tanto Bill Kelliher como Brent Hinds quedaban en penumbra, obligando a nuestra atención centrarse en Troy Sanders.

Este último acapara casi la totalidad de las voces actualmente junto Brann Dailor, cuya desenvoltura vocal no tiene ningún complejo a la hora de medirse con sus actitudes a la batería. Su propuesta es hipnótica, como un ritual que se sucede sin que el espectador pueda hacer otra cosa que observar y aplaudir ocasionalmente.

Los años han sentado bien al directo de Mastodon, que en alguna ocasión había hecho aguas gracias a la actitud nefasta de Hinds. El tipo puede caerte mejor o peor, pero como aquí lo que buscamos es que nos entretengan con su música y no ser sus amigos, nos da igual. Centraron casi la mitad del setlist en su último disco, y escuchar por primera vez en vivo las canciones de ‘Hushed and Grim’ fue de otro planeta.

Supongo que del mismo que llegaron Master Boot Record y su 8bit Metal. La cosa es así, tres tipos que se suben a un escenario con un procesador 8bit y hacen una suerte de software metal interpretando canciones de videojuegos como Castlevania o Doom.

Despliegue de shreds, velocidad y una técnica fuera de serie. No sería esta la primera sorpresa del día. Antes habíamos pasado por la fiesta… perdón, ¡LA FIESTA!, de Crossfaith.

Desde Japón llegaban con su rave metal, poniendo el recinto patas arriba. La teoría de que cuando haces algo bien siempre habrá alguien que lo supere, llevada al extremo. Si Slipknot, Linkin Park y Trent Reznor hubieran tenido un churumbel hip hopero, este limpiaría los platos de Crossfaith.

Saltaba a la vista, ya sólo por la trabajadísima estética, que estábamos ante algo excepcional. cuando empezaron a tocar consiguieron reunir tal caos delante de ellos que la seguridad del festival empezó a sudar.

Se sucedían los circlpe pits, crowdsurfings y los particulares stage divings del los propios miembros de la banda, que perdieron hasta zapatos al ser alzados entre el público. Bailes, saltos, gritos… todo lo que uno espera encontrar en un festival divertido, reunido en un solo escenario.

Caos, pero de otro tipo, también desplegaron con su death old school Bloodbath. Ver a Nick Holmes acompañando al núcleo duro de Katatonia es una gozada. Y saber que Jonas Renkse es capaz de estar sobre un escenario sin amarrarse al pie de micro, también. Metafóricamente nos sumergimos en un baño de sangre de los de antaño, con canciones corrosivas cuyos títulos parecen salidos de slashers cinematográficos, sin parafernalias, ni luces, solo vaqueros, camisetas de Morbid Angel y mucha mala leche.

La misma que los portugueses Gaerea había desatado anteriormente. Supieron construir un férreo muro sónico, y proyectaron su particular imagen con gran serenidad. Una lástima tener que verlos a plena luz del día, porque esa puesta en escena, de noche, hubiera sido una de las apuestas ganadoras.

Poniendo la nota melódica tuvimos a los alemanes Beyond the Black. Aunque de entrada pueda parecer un grupo que, igual que Opeth días antes, se encontrase fuera de contexto, tenía una buena base de fans viendo la actuación. Los primeros temas se vieron pelín eclipsados por culpa nuevamente del viento, que a ráfagas se comía el sonido, algo que solventaron a base de actitud. Sus canciones son directas y guitarreras, con ese factor melódico powermetalero que engancha, y eso sumado a la energía y ganas que le puso Jennifer Haben, confirmaron que con un poco de promoción en nuestro país conseguirían subir más alto en el cartel.
Igraine Nai & Bloody Bunny

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