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1983, los años del thrash, y Savatage suenan casi anacrónicos. Tal vez, junto a Mercyful Fate y Dio, eran los más devotos practicantes del heavy metal en su máximo estado de pureza. Martin Popoff se adentra con Jon Oliva en la génesis de ‘Sirens’ en las páginas de This Is Metal con exclusivas imágenes de la época.

La historia comienza en 1983 (y llegaremos hasta ahí), pero para el intrépido firmante de este artículo, el inicio tuvo lugar en Strawberry Jam’s, la tienda por excelencia de discos (y parafernalia fumeta) de Spokane, Washington (su segunda ubicación), tras un vistazo interesado a ‘Sirens’, con su portada original azul y negra. Como ocurre cuando uno se pone en estas tesituras, la antena metálica se estira y capta dos recuerdos: primero, la violenta descripción de los instrumentistas (Jon era “Shrieks Of Terror”, Criss era “Metalaxe”, Steve los “Barbaric Cannons” y Keith era “The Bottom End”). Además había una canción titulada ‘Twisted Little Sister’, lo cual hacía concluir que esa banda seguramente había escuchado a Twisted Sister.

Así es como se hacían las cosas en aquellos días, pero de manera tan eficaz como extraña, uno acababa descifrando, mediante ese método, unas cuantas claves metálicas. Sobre esa intensidad que no dejaba de crecer, y hay que decir que una intuición muy similar me había llevado antes a sopesar y adquirir (desde la nada) un clásico tan irrefutable como el ‘Sad Wings Of Destiny’ de Judas Priest.

Al llegar a casa, y dejar que la aguja aterrizara donde debía, el heavy metal sin tiempo invadió mi rincón. ‘Sirens’ no daba tregua, y era un heavy que no tomaba la aceleración camionera del speed (salvo por la velocidad Accept de ‘Rage’ y parte de ‘I Believe’) y el thrash (Metallica habían debutado con ‘Kill ‘Em All’ tres meses antes de que saliera ‘Sirens’). Toda una proeza de heavy clásico, por lo tanto, de ése que se te cae encima del pecho y con la fuerza de la gravedad casi no puedes ni respirar.

Pero, como he dicho, la historia de esos misteriosos desconocidos comienza con dos hermanos, Jon y Criss, a los que les encantaban grupos como Sabbath y Kiss, y que fundaron una banda adolescente de versiones llamada Black Diamond. Tras una mudanza desde California hasta Palm Harbor, Florida, la banda adoptaría el nombre de Metropolis, con los hermanos dando leña de verdad… en el gallinero de la familia que ellos habían rebautizado como The Pit (El Foso).

“The Pit es donde ensayamos”, le contaba Jon a Bob Hale en 1984. “Llevamos ahí como seis años; creo que el lugar nos inspira. ¡Aunque se caiga a pedazos cuando nos ponemos a tocar! La Fuente de la Eterna Juventud se supone que estaba a unos cientos de metros de The Pit. Según se dice, hay pruebas que certifican que es la auténtica Fuente. Vete tú a saber, pero tal vez hay por allí una energía mística que nos empuja a escribir las canciones que hacemos. De hecho, ahora hemos terminado una que se llama ‘The Fountain Of Youth’. ¡Es brutal! Tal vez sea la fuerza de la noche, o tal vez no sea nada de eso”.

Jon salió del instituto y siguió curtiéndose en la escuela de las versiones, y después, junto a su hermano y un batera llamado Steve Wacholz (que sustituyó a Joe Conn en otoño de 1979), formó los muy rushianos Avatar, quienes llegarían a colarse en una antología radiofónica de 1980, con los cortes ‘Rock Me’ y ‘Minus Love’.

“Poison se cruzaron con Savatage, ¿no?” decía Criss con una sonrisa, ya en 1993, en conversación con Chris Leibundgut. “¿Qué puedo decir? Que estábamos comenzando. Era la primera vez que nos metíamos en un estudio, y cuando grabamos esas canciones, no teníamos ni idea de la dirección que queríamos llevar musicalmente. Las canciones del EP de Avatar se compusieron por la misma época de ‘Minus Love’, aunque sean como la noche y el día. Nadie pensaría que pertenecen a la misma banda. En lo tocante a Jon y a mí, nuestros verdaderos orígenes están en Escondido, California, donde estuvimos viviendo unos años. Allí es donde juntamos a nuestro primer grupo, para empezar a tocar en fiestas caseras, en patios traseros. Claro que en esos tiempos nos fumábamos las clases, para tener más tiempo con la música, y eso nos causó a menudo algún problemilla. No éramos unos santos precisamente, y a mis padres los llamaban todo el tiempo del instituto a causa de Jon. En casa siempre estaban con la matraca de ‘¿Cuándo os vais a cortar esas melenas de una vez?’. Lo típico que te sueltan tus padres, con tono preocupado. Aunque luego vieron lo seriamente que nos tomábamos la música, y las perspectivas empezaron a ser halagüeñas para el grupo… entonces nuestros padres nos apoyaron mucho, y yo creo que hoy se sienten bastante orgullosos”.
Por Martin Popoff (puedes leer el resto en el nuevo número de This Is Metal)

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