El gigantesco rugido de la revolución por parte de unos adictos al ruido y frenesí con su invocación eléctrica a base de riffs. Hermanos y hermanas: MC5.
Posiblemente, si a los revolucionarios de Ann Arbor les hubiera dado por debutar con otra cosa que con un álbum en directo, ahora no estaríamos, cuarenta años más tarde, debatiendo sobre si tal obra es acreedora del título de primer disco de heavy metal de la historia. ‘Kick Out The Jams’ sería el precedente de otros dos discos de la banda, pero ninguno de esos tenía el mismo efecto de apisonadora rodillo de ese legendario debut. Una grabación de cóctel Molotov estéreo, en la zona cero del hard rock en las agonías de los sesenta, o sea, el Grande Ballroom de Russ Gibb en el ala oeste de Detroit, y nada menos que en una fecha marcada en rojo en el calendario: el primer “Año Nuevo Zenta”, como lo bautizó J.C. (Jesse) Crawford, el Oráculo Rasmus. La cita consistió en realidad en dos noches con conciertos gratuitos, el miércoles 30 y el jueves 31 de octubre de 1968. Como proclamó en su anuncio J.C. el día 27: “Libre de costos y todo va para ti. Queremos que hermanas y hermanos tomen parte en el sacramento Zenta. Estoy seguro de que es vuestro rollo. Música rock and roll, sustancias y jodienda callejera. Queremos oír cómo metéis buena bulla”.
“Tenían el poder de estremecer al público” John Sinclair
Ponemos la marcha ultrasónica, y tres de los cinco MC5, el vocalista Rob Tyner (¿el Dick Manitoba guaperas original?), el guitarrista Fred “Sonic” Smith (consorte de Patti Smith) y Michael Davis (bajo) crían malvas. Pero con el nuevo milenio, los dos supervivientes, Dennis Thompson (batería) y el líder, guitarrista y portavoz Wayne Kramer, junto a Davis (mientras siguió entre nosotros), tomaron la decisión de volver a juntarse para prender fuego a esas canciones junto a una sucesión de cantantes y segundos guitarras. La idea es dar vida a un legado a la altura de los otros grandes conspiradores de Detroit, los Stooges, con su propio tridente de álbumes antes de expirar.
“Nuestra música parte de lo más básico”, recapacitaba Michael en 2004, al analizar con quien suscribe esto la longevidad de un cancionero bastante limitado. “Nuestros discos no estaban llenos de técnicas y trucos de producción, de ninguna clase de ilusionismo, sintetizadores ni nada de eso. Nosotros teníamos lo básico del blues y del rock ‘n’ roll, eso tan simple. Y cuando lo reduces todo a eso, no puedes fallar: siempre es bueno, siempre funciona”.
“Ahora al echar la vista atrás, las cosas se ven más claras”, asevera Kramer sin torcerse el cuello, al juzgar su obra del pasado remoto, antes de que llegaran temporadas a la sombra y carreras en solitario. “Pero creo que esos discos me provocan sentimientos muy similares. ‘Kick Out The Jams’ quedó como un gran documento, para los fans que nos habían visto en esas actuaciones. Creo que el álbum resiste el paso del tiempo estupendamente, y la grabación transpira energía. Pero también es un disco con el que tengo mis reservas. Porque la banda estaba bastante desvencijada entonces. Estábamos bajo mucha presión, y en Elektra nos habían dicho que, en el caso de no quedar contentos con las cintas, podríamos volver a grabar. MC5 éramos una banda tornadiza, y sabíamos estar a la que saltaba, para no dejar pasar ninguna oportunidad, para estar listos para cualquier desafío. Pero no éramos muy consistentes. O sea, era algo bueno y malo al mismo tiempo. Y a veces hay que decirlo, tocábamos de una manera que no estaba a la altura. Es lo que pasa cuando te expones a lo que sea. Y yo no maldigo el disco ni tengo nada malo que decir. Pero al acabar el concierto, queríamos repetir, pero nos dijeron que el disco ya estaba grabado. Así fue, y ahora escucho el disco y me siento bastante colmado”.
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