En 1992 Mike Oldfield se subió a un espectacular escenario en la explanada del Castillo de Edimburgo, era el momento de ‘Tubular Bells II’, álbum protagonista de las páginas de This Is Rock.
En 1992 Mike Oldfield se subió a un espectacular escenario en la explanada del Castillo de Edimburgo, hacía ocho años de su última gira. Fue el 4 de septiembre de 1992 y la puesta en escena difería sustancialmente de aquellos conciertos ochenteros, cargados de velocidad, rock y excesos en todos los sentidos.
Ocho mil personas esperaban verle interpretar su nuevo disco, estrenado apenas una semana antes (el 31 de agosto de 1992). La recaudación de las entradas se destinó a una causa benéfica y estuvo arropado por nada más y nada menos que tres guitarristas (Hugh Burns, Alan Limbrick y Jay Stapley), un bajista (Laurence Cottle, que ha tocado con The Alan Parsons Project y Black Sabbath en ‘Headless Cross’, entre otros), un batería (Ian Thomas, colaborador de Eric Clapton, Mark Knopfler, Mick Jagger, etc.), dos percusionistas (Alasdair Malloy y Ben Hoffnung), tres teclistas (Craig Pruess, Richard Cottle y Dave Hartley), un pianista (Yitkin Seow), el banyo y la mandolina de John Parricelli, el violín de Pete Clarke, el banyo bluegrass de Gerry McKenna y las coristas Edie Lehmann, Jackie Quinn, Linda Taylor y Susanah Melvoin (a quien Prince escribió ‘Nothing Compares 2U’).
En el momento de interpretar el himno gaitero por excelencia, ‘Tattoo’, apareció la Royal Scots Dragoon Guards Pipes and Drums. Así, el escenario se llenó con una peculiar orquesta, mezcla de instrumentos clásicos y modernos, dirigidos por Robin Smith (Rod Steward, Aretha Franklin, The Beach Boys, etc.).
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